La
violencia de
género es
un vínculo que se construye con maltrato, donde se ejerce una
relación de poder de una persona sobre otra. Estas situaciones
ocurren tanto en la vida familiar como en vínculos no convivientes.
La violencia
es física,
cuando se provocan golpes, zamarrones, pellizcones, cachetadas,
tirones de pelo, etc; también se ejerce la violencia
psicológica,
cuando existen insultos, gritos, humillación, amenazas, prohibición
de visitar a familiares o amistades; violencia
económica,
cuando se niega el dinero para el sustento de los hijos/as, cuando se
manipula a que la mujer realice una acción que no desea,
aprovechándose de una necesidad, cuando se niega el sustento
familiar gastando el dinero en otra cosa.
Se
ejerce maltrato laboral cuando la mujer percibe un salario
menor por igual tarea
dentro del mismo lugar del trabajo que el varón; también en las
instituciones de salud se ejerce violencia
obstétrica,
cuando ocurren procedimientos indebidos y malas prácticas del
personal que atiende a las mujeres durante su embarazo, parto y
puerperio, que se expresan en agresiones, omisiones y poco acceso a
la información que restringen la capacidad de decidir.
A
su vez, en el ámbito público, ocurre el acoso
callejero o
abuso en el
colectivo o
adentro de un
boliche.
Las
relaciones violentas se construyen de a dos, generalmente comienzan
en el noviazgo,
en la juventud o entre adultas/os, entre la confusión del amor con
los celos, la pasión y el control, que en el día a día se
naturalizan como si fuesen “normales”.
En
conclusión, la violencia de género es un problema
social, no
individual, que se reproduce de generación en generación y que nos
afecta a todos/as por igual.
En
este tipo de violencia las
mujeres solemos ser las más afectadas,
dado que nuestra historia cultural latinoamericana nos ubicó en la
obligación de obedecer al varón siempre.
Los
comportamientos machistas se reproducen desde las mujeres tanto
como desde los varones.
El
fortalecimiento de las potencialidades de las mujeres es clave para
corrernos del lugar de subordinación sabiendo que los vínculos
deben ser construidos sobre la base del respeto mutuo. Ser
sumisa no es una característica natural de las mujeres,
si no un modelo impuesto de cómo callarnos.
Las
mujeres afectadas por la violencia dejan
de ser víctimas
cuando buscan generar cambios, que van desde reconocer el autoestima
y auto valorarse,
hasta estar alerta a las primeras manifestaciones violentas, no
justificarlas, buscar asesoramiento profesional y en episodios
críticos realizar la denuncia correspondiente.
Es
primordial reflexionar sobre el tipo de vínculo que estamos
construyendo, teniendo en cuenta que la
situación de maltrato
siempre va en
escalada y detectarla a tiempo significa evitar consecuencias
irremediables.
Esto se aplica a la vida de una misma y de alguien cercano, ya sea
amiga, vecina, compañera, hermana.
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